Miedo en los ojos
https://youtu.be/n6LfidE9OJE
Anuncia tu muerte
La perdición no es sublime
Es el asco de existir
Anuncia tu muerte
Reflejando temores
Agredes y prefieres
Con tu violencia
Asesinar hasta el fin
-La pestilencia-
Degusta lentamente el sabor amargo y la sensación fría de la cerveza que baja por la garganta. Un hormigueo viaja desde sus entrañas por la espalda hasta que se desvanece en la cabeza. Ya es de noche y sin embargo, las miradas consternadas de la gente se posan en él…
El sol de la tarde ya empieza a bañar las mesas de madera desgastada en el bar de Doña Asunción. Hacía ya un tiempo… ¿cuántos años? ¿uno? ¿dos? que Juan Manuel no se veía con su hermano Yobani. Ya podría considerarse un ritual el hecho de sentarse a beber unas cervezas juntos una vez por año, desde hace ya varios años..
— Tengo es que cruzarlo nada más — dice Yobani con un tono de orgullo—
— Claro, claro, pero también toca que aprenda a usarlo pa’ prender gente. Eso no es fácil.
— Yo sé cómo prender gente, ya Contreras me dejó disparar el de él en los años del colegio— un tono de molestia se siente en su voz—
Su hermano siempre ha sido así, “aventao” con el ojo más grande que el buche, como decía su mamá .
— ¿El colegio? ¿se acuerda cuando casi le dan en la jeta? Cómo se llamaba… — chasquea los dedos repetidas veces— Leo, al que le decían “carecrimen” era, sí, ese pelao grandote que la tenía cazada con todos en noveno.
Era la forma en la que Juan trataba de enseñarle a su hermano con historias, queriendo imitar a lo que veía que Jesús hacía con sus discípulos.
Yobani mira hacia afuera através de la ventana, frunce el ceño. En el fondo entiende a qué viene la anécdota. En el fondo sabe que Juan tiene razón. Eso no disminuye su incomodidad, al contrario, la empeora. Como sentir una piquiña pero no saber dónde rascarse. Pero en lugar de rascarse dice:
— ¿Cuántas cervezas van ya? ¿dos ayó y tres vusté?
— Yo — le corrige — no Ayó.
— Es lo mismo.¿Cuántas?
— Mire Yobani, si quiere hasta yo le cruzo el revólver, no es sino que me diga. hasta le mando bañar las balas si quiere. Pero sumercé, póngale cuidao a cómo la usa.
Juan no sabe pero intuye cómo el miedo forma el carácter de una persona. Lo ha visto un millón de veces. Lo vio en los ojos del primo Carvajal cuando mató al viejo que le violó. Lo vio crecer con el tiempo cada vez que decía “voy a tener todo lo que me proponga”, lo vio en el tío Miguel cuando se le paró al hermano con una escopeta en la mano y le dijo “o paramos esta pelea güevona o nos matamos todos acá” y lo veía en Yobani, aún cuando no sabía qué era, cuando lo defendió de “Carecrimen”. El miedo nos rodea poco a poco y nos da forma. Él le tenía miedo a que su hermano se torciera. Le tenía miedo a no cumplirle a su mamá y que Yobani no fuera lo que todos esperaban.
Yobani continúa con la mirada afuera, parece evitar encontrarse con la de su hermano.
— Yo le invité una ronda Juan, pero las otras las paga vusté.
— Mire Yobani usté debiera ponerse juicioso con la finca más bien, trabájele duro a ese señor en vez de ponerse a comprar jodas que no traen nada bueno.
— Pero vusté lleva una ahí también.
— Y por eso le digo. Porque yo he prendido gente, no me arrepiento, pero me arrepiento. ¿me entiende?
La mirada de Yobani vuelve por un momento a la de su hermano frente a él. Le escruta como buscando algo.
— cuatro, vusté lleva cuatro. esta es mi segunda na’ más.
Juan se cerciora con cuidado del gesto de su hermano. Le parece recordarlo así, parado con una paleta en lugar de la botella de cerveza que lleva ahora. la camiseta sucia y justa que le dejaba el ombligo expuesto. “Este es Yobani pidiéndome que le preste el balón.” Piensa.
— Todavía me acuerdo del carecrimen. Ese hijueputa era muy feo desde antes que le pegara. Le reventé toda la cara.
— no se haga el bobo que a vusté le toca pagar las cervezas, ¿oyó? Juan continúa.
— Yo no quería pegarle, tenía miedo la verdá. Miedo del profesor, miedo de lo que me iba a decir mi mamá. Pero Yobani, usté… — hace una pausa y bebe un sorbo de la cerveza— nosotros, no podíamos darnos el lujo. Yo solo iba pasando español el resto me tiraba todas. Pero a usté le iba rebien en todas las materias.
— No me venga con chimbadas marica, pague las cervezas antes de que se prenda y se le olvide.
— !ahh ya, Yo pago todas las hijueputas cervezas, pero páreme bolas a lo que le digo!
Yobani, se echa para atrás, Juan nota de nuevo el miedo en sus ojos. Los ojos del bar se posan en él. La gente se ríe, ¿se ríen de Yobani? otra vez Juan haciéndole quedar mal, como siempre, piensa.
— Pague SUS hijueputas cervezas, grita de vuelta. — le grita Juan y tira el líquido amarillo en la cara de su hermano.
Juan se levanta, la cara empapada. toma sus cosas y ante la mirada de todos y las carcajadas de su hermano, se dirige a la dueña. Le extiende un par de billetes de gran denominación.
— tome, le pago por mío de mi hermano y si se daña algo también lo que alcance.
Seguidamente sale del bar, camina un poco y de reojo nota cómo su hermano continúa bebiendo, ignorándolo. Toma el revólver de su cinto. Sin voltearse, estira la mano y la apunta a su hermano. Entre la música suenan dos estruendos.
Yobani se queda serio. Se levanta y va al baño, orina. vuelve con el cabello bien peinado hacia atrás, toma una cerveza él mismo de la nevera y retoma su lugar en la mesa
Yobani no recibe bien el consejo, de hecho se molesta por cómo siempre quiere imponerse y criticarle, se siente atacado y minimizado. Agrandar para que la escena adquiera un tono de tensión. Degusta lentamente el sabor amargo y la sensación fría de la cerveza que baja por la garganta. Un hormigueo viaja desde sus entrañas por la espalda hasta que se desvanece en la cabeza. Ya es de noche y sin embargo, las miradas consternadas de la gente se posan en él…cae ahora al piso.
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